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Cocina y conventos en Yucatán
Hoy recibimos todo a domicilio y queremos resolver nuestros problemas existenciales consultando internet, por eso, practicar la fotografía estelar es para quien aún siente la necesidad de explorar los misterios de la vida.
Mapimí está a 75 kilómetros del aeropuerto de Torreón y a 295 de Durango.
Dalia Edith González ofrece servicios de transportación y guía con su agencia www.tourmapimiojuela.com
El Ejido La Flor es una empresa ecoturística familiar que ofrece excelentes servicios de alimentación, hospedaje y caminatas interpretativas en la reserva de la biósfera de Mapimí. www.zonadelsilencio.com.mx
El fotógrafo Eduardo «Eday» Mlawer ofrece experiencias de iniciación en la fotografía estelar. IG @edaymex
Crecí escuchando sobre la Zona del Silencio, un sitio enigmático en donde las brújulas no funcionan ni se propagan las ondas de radio. Mi abuelo tenía un meteorito que descubrió al aventurarse en la reserva de la biosfera, en el Bolsón de Mapimí, región que comparten Coahuila, Chihuahua y Durango.
Decidí hacer mi propia expedición con Eduard Mlawer, astrofotógrafo. Fuimos al Pueblo Mágico duranguense de Mapimí, fundado en las faldas del cerro de la India en el siglo XVI y parte del Camino Real de Tierra Adentro. Un estrecho camino asciende hasta el puente colgante de Ojuela, único acceso a la mina de Santa Rita, que visitamos con la guía de Dalia González. Comimos caldo de res en el Lejano Oriente antes de dirigirnos a la reserva de la biósfera de Mapimí. Sentí la emoción de la incertidumbre, sin tiendas, señales de celular ni asfalto. Nos internamos a la que fue la zona más profunda del mar de Tetis, hace millones de años.
Nos esperaban Angélica Herrera y su familia, únicos habitantes en la Zona del Silencio, y conocimos sus tortugas Mapimí. En el Laboratorio del Desierto identificamos las plantas medicinales de este santuario natural. También hablamos de la visita de Augusto Harry de la Peña, su descubridor, y de los rumores que existen desde entonces sobre la incesante caída de meteoritos, visitas de extraterrestres, vórtices magnéticos y pruebas nucleares. Cenamos y dormimos un par de horas, luego salimos de madrugada a fotografiar el cielo con la menor contaminación lumínica posible. La misión era obtener una secuencia de imágenes fijas que pudieran unirse para simular el movimiento del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, ese maravilloso agujero negro. Durante toda la noche capturamos con paciencia lo que a simple vista es imposible. Escuchamos el sonido del planeta al rotar sobre su propio eje. Encaramos la infinidad del tiempo y el espacio, y la singularidad de nuestra vida en la Tierra, para descubrir que, en verdad, solo somos polvo de estrellas.