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Cocina y conventos en Yucatán
En Aguascalientes nació la muerte más famosa de México, obra del grabador José Guadalupe Posada, y la placa que le dio vida es motivo suficiente para conocerla. Pero también están sus aguas termales, capaces de resucitar a un muerto.
No conocía Aguascalientes. Tengo amigos de este rancho –como les gusta referirse a su ciudad– que siempre me dijeron que no había nada que valiera la pena. Durante años creí que visitarla no tenía sentido. Gran error. La ciudad tiene mucho encanto al punto de que su centro histórico es patrimonio de la humanidad y aunque se percibe como una población joven, nació en 1575 como la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes.
Quizá sea la estrategia de su gente para mantener a salvo su secreto, pensaba frente a la Calavera garbancera, obra del maestro Jose Guadalupe Posada. Es una pequeña placa de zinc de 11 x 15.5 centímetros que el artista labró con sus manos en 1912 como parte de su crítica social. Posada nunca supo de la trascendencia de su obra, ni siquiera cuando su amigo Diego Rivera la inmortalizó elegantemente vestida en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, en 1947. La fusión dio lugar al rostro del Día de Muertos, icono de esta celebración. Para mí fue como estar frente a La Gioconda nacional. Esta pieza, sin duda, es la que obliga a visitar el Museo Jose Guadalupe Posada, inaugurado en 1972, que resguarda más de cinco mil obras de ilustradores y grabadores.
Lleno de alegría dirigí mis pasos hacia otro de los tesoros de la ciudad: los famosos baños termales de Ojocaliente. Reservé un chapoteadero para relajarme en sus aguas medicinales con una temperatura promedio de 40ºC. Dicen que alivian el reumatismo, la artritis, que mejoran la circulación y liberan del estrés. Llevan más de 210 años en funcionamiento y aquí es donde nace Aguascalientes, me comentó Olga Loyola, quien además de ser reina de la Feria Nacional de San Marcos, en 1983, es responsable de que exista una terraza para beber un aperitivo luego del baño, antes de cenar en Mezquite, del chef Jesús Delgado, cima de la cocina hidrocálida.