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Cocina y conventos en Yucatán
Aunque Juana Gómez nunca ha visto un jaguar real, los suyos son objeto de colección para nacionales y extranjeros. Son animales de cerámica que cobran vida en el taller familiar.
El arte popular ha perdido su lugar en las comunidades indígenas y en las ciudades; sin embargo, todavía hay personas extraordinarias que trabajan para ofrecer un futuro digno a las manualidades. Una de ellas es Juana Gómez Ramírez, indígena tzeltal de los Altos de Chiapas. La conocí en una foto del libro Grandes Maestros del Arte Popular, editado por Fomento Cultural Banamex. Se veía majestuosa junto a un inmenso jaguar tatuado con flores, por ello me emocioné al visitar su taller en Amatenango, famoso por sus alfareros desde la época prehispánica.
Los grandes maestros son para mí el equivalente a un ídolo. Me estremecí al verla con su blusa bordada y su mandil, con esa presencia que inspira respeto. A su lado estaba el enorme horno de leña donde quema sus jaguares; mientras su familia moldeaba, bruñía o pintaba. Juana aprendió alfarería a los nueve años. Hizo ollas y macetas y entonces apareció un jaguar en su libro de texto de la primaria, con su silueta estilizada y el cuerpo cubierto de manchas.
Tenía doce años cuando hice el primero. Más que un hermoso animal, para nuestros antepasados era un dios que nos cuidaba. Por eso los hago, pues siento su energía cuando trabajo sus formas con mis manos, me dijo.
Para crear un jaguar primero amasa el barro durante ocho horas, combinando arena de la mina de Amatenango con agua de sus ríos. Luego se moldea la figura a mano, iniciando por las patas, continuando con el cuerpo y terminando con la cabeza. El bruñido se hace con piedra de río de dos o tres días, antes de hornearlo medio día. Luego se pinta con tintes naturales o pintura vinílica. El proceso toma de una a tres semanas, dependiendo el tamaño del jaguar.
Platiqué y reí con ella y su familia, cuya labor da continuidad a su oficio y abundancia para su comunidad. Es algo deseable para el resto del país y una posibilidad si el arte popular se reintegra a nuestra vida cotidiana.