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Cocina y conventos en Yucatán
La Hacienda San Andrés data del siglo XVI y ahora es un hotel gastronómico que se nutre de las vistas y el estilo de vida a las faldas del volcán Iztaccíhuatl. Es una joya por su cercanía a la Ciudad de México y por la autenticidad de su propuesta.
Cerca de la desbordante CDMX hay destinos serenos y románticos como la Hacienda San Andrés, una de las más antiguas en el país. Perteneció a Hernán Cortés –se ubica a 30 kilómetros del paso por el que entró a Tenochtitlan en 1519— y quinientos años después ha sobrevivido y transformado.
Mis papás la compraron hace 45 años para convertirla en un centro de producción de cine. Sus invitados decían cosas maravillosas sobre la atmósfera así que decidimos abrir sus puertas, me contó Mariana Silva, su propietaria. Y es que es ideal para disfrutar el campo. Diego Rivera, por ejemplo, pintó La era e inmortalizó el paisaje del Altiplano central.
Caminé por el laberinto de la hacienda y volé en globo al amanecer. También visité el huerto que utiliza el chef Marco Margain para preparar los platillos que sirve aquí. Mi cocina comienza en la tierra, tenemos una gran variedad de plantas que sembramos y otras que se dan solas, comentó mientras me enseñaba a reconocer variedades de quelites, cuyo nombre en náhuatl, quilitl, significa hierba comestible. En la granja, puercos, cabras, borregos y gallinas nos ofrecieron el último ingrediente para un desayuno de la granja a la mesa.
Durante mi estancia fui al Parque Nacional Iztaccíhuatl-Popocatépetl acompañado por doña Dora, la granicera. Este oficio ancestral es considerado similar al de los curanderos y adivinos pues ellos hablan con los volcanes y controlan los fenómenos meteorológicos. Les decimos abuelos, son nuestros dioses, nos proveen de vida por medio del agua. Juntos hicimos una ofrenda con flores y frutas, diversas semillas y humo de copal. La danza y la música formaron parte del ritual con el que agradecimos a la Tierra por su abundancia. Estos lugares son mágicos, puntualizó doña Dora al despedirnos.