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Cocina y conventos en Yucatán
Hace un siglo la hacienda Santa Rosa era símbolo de esclavitud para la población de origen maya. Hoy es un proyecto ejemplar de turismo responsable, así como el motor para la regeneración de su comunidad y el renacimiento de sus tradiciones.
Yucatán es ideal para disfrutar la naturaleza, historia, cultura y tradición. Forma parte del Mayab, la tierra de los mayas. Aquí visité las ciudades de la llamada región Puuc, Uxmal y Ox Kin Tok, habitada ininterrumpidamente durante mil 500 años y después exploré una comunidad maya tradicional. Santa Rosa de Lima es un pequeño poblado en torno a una joya arquitectónica del sigo XVII que funcionó como hacienda ganadera, una de las más de mil edificadas en el estado durante el auge del henequén. El cultivo del «oro verde» controló todo a su alrededor y con el declive de esta industria a principios de siglo XX, la hacienda cayó en desuso, la comunidad fue abandonada y vivió casi como pueblo fantasma durante 50 años.
Carola Díez, directora de la Fundación Haciendas del Mundo Maya, me contó que adquirieron la propiedad para restaurarla y convertirla en un hotel que ofreciera la oportunidad de un contacto pleno con la riqueza histórica y biocultural del Mayab.
Con el hotel generaron empleos para la comunidad y se crearon bibliotecas comunitarias, rescataron la herbolaria tradicional y se desarrolló la marca Taller Maya, que utiliza materiales y técnicas artesanales en trabajos bordados, de henequén, filigrana, tapetes y el urdido de hamacas, apoyando a empresas locales.
Para mí fue amor a primera vista. Tiene 11 habitaciones, incluyendo una suite en la selva inspirada en una casa maya, y cuentan con aire acondicionado, terraza con jacuzzi y wifi. En el restaurante sirven platillos típicos con productos locales y en su Hol-Be Spa disfruté tratamientos que combinan técnicas tradicionales y modernas. Sin duda, hospedarse en Hacienda Santa Rosa es patrocinar un futuro mejor para su comunidad.