La isla de Cozumel flota en el Caribe frente a las playas de la ajetreada Riviera Maya. Es la tercera isla más grande de México y la segunda más poblada. Para quienes llegan por aire se presenta como un espejo de mil tonalidades, rodeada por manglares, playas de arena blanca y arrecifes de coral. Es el cielo en la Tierra, comento Anja López. Los mayas la bautizaron como Isla de las Golondrinas, destino de peregrinaje para rendirle culto a Ixchel, diosa de la luna y la fertilidad. 

Nuestra vocación gira en torno al turismo deportivo y biocultural, me dijo Anja, quien lleva años trabajando en ello. Debajo del mar hay sitios secretos para las masas, una visibilidad infinita, sobrecogedora para quienes buceamos allí por primera o enésima vez. Puede aparecer una tortuga marina, una raya gigante, una morena color verde limón o un pez león, especie invasora que daña el ecosistema caribeño pues las hembras ponen hasta 30 mil huevos cada cuatro días, casi no tiene depredadores y su apetito es voraz. Pero el buceo suele sensibilizar sobre las consecuencias devastadoras de la actividad humana como la pesca industrial, los plásticos y la inserción de especies invasoras. 

Cuando buceo siempre se me antoja lo que veo, lo cual es un problema. En Cozumel quería satisfacer mi antojo de ceviche y cervezas sin dejar de apoyar la conservación y La Perlita fue mi salvación, un restaurante auténticamente cozumeleño con un ingrediente especial en su menú. El pez león es difícil de capturar y debes manipularlo con cuidado. Aun muerto, las espinas conservan su veneno, explicó Perla al servirme un ceviche y tacos capeados. ¿A qué sabe? Pues a pez león, aderezado con la satisfacción de que, al comer, apoyas la conservación de la biodiversidad del arrecife de coral mexicano.