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Cocina y conventos en Yucatán
Viajé a Comitán en busca de una experiencia auténtica sin que arriesgara el físico, así llegué al hangar de Chiapas desde el Cielo, una empresa familiar que sobrevuela desde hace más de 40 años una de las regiones geográficas, naturales y culturales más complejas del planeta.
Eliú Tello, joven piloto, ultimaba los detalles de la aventura en una Cessna 185 de 1974. Es una máquina perfecta, conocida como “Skywagon”, con seis plazas y un motor de 270 caballos. Desde chiquito estoy enamorado de la aviación, provengo de una familia de pilotos y por ello sigo la tradición, me dijo al despegar con dirección a las nubes. Fue un viaje fantástico. Sobrevolamos la zona arqueológica de Chinkultic, con sus más de mil 500 años de antigüedad y su interesante juego de pelota; luego nos perfilamos hacia el Parque Nacional Lagunas de Montebello, que tiene tantos cuerpos de agua como semanas en el año. Son seis mil hectáreas de un verde exquisito interrumpido por siluetas acuosas que demuestran la versatilidad del color azul. También gocé con las vistas de las cascadas Las nubes, un hermoso sistema de caídas de agua turquesa y espuma blanca que te quitan el aliento. Finalmente nos perfilamos hacia la Reserva de la Biósfera Montes Azules, que forma parte de la selva Lacandona donde viven los hach winik o verdaderos hombres. Les llaman lacandones desde la Conquista pues habitaban en una isla del río Lacantún y aún conservan muchas de sus costumbres milenarias. En medio de esta selva descubrí la bellísima laguna de Miramar y me enamoré de ella, con sus 16 kilómetros cuadrados y las exhuberantes cumbres rodeándola. Estaba conmovido. pensé que el nuestro es un mundo en el que, en teoría, no queda nada por descubrir, quizá por ello hemos perdido la ilusión y la curiosidad por lo remoto; sin embargo, descubrí el placer de una vista imposible, de un sentimiento reservado para quienes se aventuran fuera del camino conocido.