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Cocina y conventos en Yucatán
El viaje a bordo del Chepe Express no se parece a ningún otro. El medio de transporte lo hace único, en México no hay otro tren de pasajeros que ofrezca un recorrido tan largo —350 kilómetros —y del que puedas subir y bajar para que el itinerario sea a tu gusto. Los paisajes también lo hacen especial pues van de los tupidos bosques de pino en Creel, Chihuahua, hasta el puerto sinaloense de Los Mochis, en el mar de Cortés.
El Chepe es extraordinario no solo por su servicio, también por contar con tres cómodas categorías, de modo que puedes viajar en plan mochilero o dejarte consentir, ya sea en el carro-restaurante o en el bar, localizado en un vagón con terraza de observación.
Puedes viajar en ambos sentidos; en una sola corrida toma nueve horas, pero ahí es donde entra tu creatividad y sobre todo, el antojo. Yo elegí Creel como punto de partida. Es Pueblo Mágico y puerta de entrada a las Barrancas del Cobre, una de las maravillas bioculturales de nuestro país. No existen paisajes similares ni tradiciones más profundas como las que se disfrutan allí. Desde el pueblo se ofrecen numerosas expediciones a destinos cercanos como el lago de Arareco o el Valle de los hongos. En el tren elegí la Primera Clase y disfruté un rico desayuno mientras nos deslizábamos sobre puentes y túneles imposibles de creer. Bajé en Divisadero y gocé el paseo por los bosques así como las impactantes vistas de montañas y cañones. Luego de una noche perfecta partí hacia Bahuichivo para descubrir sus viñedos y dormir en La misión de Cerocahui. De vuelta en las vías, mi siguiente parada fue el Pueblo Mágico de El Fuerte, famoso por sus manifestaciones culturales yoreme y las leyendas de “El Zorro” y finalmente bajé en Los Mochis, donde comí un perfecto aguachile de camarón y callo de hacha, luego de cinco días a bordo del que se convirtió en mi medio de transporte favorito, sin preocuparme por otra cosa más que disfrutar.