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Cocina y conventos en Yucatán
Además de ser una de las más largas y numerosas en el reino animal, la migración de estos insectos de medio gramo de peso es un símbolo de unidad para toda Norteamérica, así como un espectáculo que atesorarás toda tu vida.
El Estado de México es uno de los mejores destinos del mundo por la gran variedad de atractivos naturales y culturales que ofrece a sus visitantes. Pero lugares bonitos hay en todos lados. Lo que le hace verdaderamente especial son los mexiquenses. Tal es el caso de Tania Ivett García, mi guía para visitar la Reserva de la biósfera de la mariposa monarca, reconocida por la Unesco como patrimonio de la humanidad. Originaria de la comunidad de San Mateo Almomoloa, de habla náhuatl, Tania Ivett me dio la bienvenida en su lengua materna y me recordó que el sitio al cual nos dirigíamos aún es sagrado para ella, como lo fue para sus antepasados, pues esos parajes boscosos frecuentados por la mariposa monarca forman parte de la principal cuenca hidrológica del país. Es increíble que un insecto tan pequeño haga un viaje tan largo y además, llegan el Día de muertos, me dijo Tania Ivett mientras ascendíamos al santuario por un sendero entre el bosque donde ya veíamos volar algunas mariposas.
Estos son bosques templados arriba de los 3 mil m s. n. m. con montañas habitadas por encinos, pinos, cedros blancos, juníperos de montaña y los emblemáticos oyameles, cuya resina alimenta y protege a las mariposas de sus depredadores. El agua es vida y las mariposas son las almas de nuestros abuelos, me recordó Tania Ivett cuando culminamos el ascenso a la zona núcleo de conservación, el sitio en donde se reúnen por miles de millares, en racimos que vencen las ramas de los oyameles más altos de México, esperando el calor del sol para consumar el motivo de su viaje: la danza de su reproducción. Los machos morirán después del acto pero a las hembras les aguarda un trayecto de 4 mil kilómetros de regreso a Estados Unidos y Canadá, del mismo modo en que generaciones anteriores de mariposas lo han hecho.
Atestiguar un espectáculo así es un privilegio poco común. El tiempo parece detenerse. Escucharlas aleteando a tu alrededor es un recuerdo que atesoro desde la infancia y algo que desde entonces me compromete con su resguardo.