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Cocina y conventos en Yucatán
Cosechar un cacao criollo almendra blanca orgánico y elaborar tu propio chocolate en la Hacienda cacaotera Jesús María, antes de comer en el restaurante Cocina Chontal de Nelly Córdova, es una experiencia que te dejará un delicioso sabor de boca.
La primera ocasión que visité Comalcalco me reuní con jóvenes de La Chontalpa para reflexionar sobre el futuro del turismo. Nunca disfruté tanto una plática ni sentí tanto calor. Sudaba a causa de la humedad y los mosquitos me devoraron. Al terminar, mis anfitriones me invitaron un pozol, bebida a base de cacao molido y masa de maíz que se sirve con hielos en una jícara labrada. Recuperé las ganas de vivir. Por ello, lo primero que hice a mi llegada fue beber uno de camino a la Hacienda cacaotera Jesús María, donde me recibió don Florencio. “Uy, este güero se va a desmayar”, dijo con ese carisma que lo ha convertido en guardián y promotor del cacao ancestral. Me reí y caminamos por una plantación en la que crecen todo tipo de árboles tropicales donde me mostró con devoción una delicada flor blanca: el origen del cacao criollo almendra blanca. Orgánico, sin taninos, con aroma tenue y sabor a frutas, dijo antes de enseñarme a cosechar y abrir este regalo que nos hicieron los dioses; alimento, moneda y medicina por más de tres mil años, y actual fuente de trabajo para cientos de familias. Lo comí fresco, lo lavé, lo sequé al sol, lo molí y lo amasé para elaborar mi propio chocolate.
Entonces visité a mi querida Nelly, con la personalidad y la profesión de abogada, así como la pasión y el talento de cocinera tradicional. En Cocina Chontal, Nelly restauró con amor y paciencia una antigua casa para compartir las memorias de su infancia, visibilizando las historias, técnicas y recetas de las mujeres chontales. Ofrecemos con dignidad lo que sabemos hacer. Su restaurante está considerado uno de los 20 mejores del mundo por las revista Food & Wine y Travel & Leisure. La mesa en la que nos sentamos debe ser la más hermosa que haya visto y su comida, la más simple y sofisticada a la vez. Por supuesto, no faltaron los amashitos.