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Cocina y conventos en Yucatán
Presenciar los rituales que se practican en el templo de San Juan Bautista, en San Juan Chamula, es mirar íntimamente al México profundo, del sincretismo más puro, tan antiguo como el tiempo y poderoso como las obras del artista local Tex López.
San Juan Chamula es un mundo en sí mismo. Es parte de México pero es otro planeta. De niño escuché sobre periodistas y curiosos apedreados por la comunidad luego de querer fotografiar lo que pasa en el templo de San Juan Bautista. Se refugiaron en un camión y no todos escaparon. Yo tardé en hallar la forma, o el valor, para ir. Chamula es un gentilicio para nombrar a las etnias descendientes de los mayas que habitamos los Altos de Chiapas: tzeltales, tzotziles, tojolabales, mames y choles, me explicó Tex López, artista plástico y músico local. «Siempre hemos sido guerreros. Ni fray Bartolomé de las Casas pudo convertirnos al 100%, eso se aprecia en el sincretismo de la decoración y en las limpias de nuestros chamanes», dijo cuando lo retraté en su estudio, «las fotos son prohibidas porque nos roban el alma». Después de un silencio que me pareció eterno, se rió con la gentileza que le caracteriza.
La obra de Tex es una ventana a la riqueza cultural y al orgullo de su comunidad, al arte contemporáneo inspirado en la profundidad de sus costumbres, y con él visité la iglesia de San Juan, con el respeto y la humildad requeridas. Atesoraré la imagen de los curanderos bebiendo pox o licor de maíz, un aguardiente típico de la región que sirve para purificar su cuerpo y comunicarse con los santos. Ofrecieron licor al santo, realizaron limpias con huevos y albahaca y desnucaron gallinas. La Coca-Cola se bebe porque, cuando se eructa, el alma conversa con el santo, explicó Tex caminando sobre la montaña de hojas de pino que te sitúa más cerca de la divinidad. El espejo del techo repele la enfermedad, los santos tienen alma, comentó Tex en el portal a un sitio sagrado donde aún puedes convivir con antiguas deidades.