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Cocina y conventos en Yucatán
El Museo de las Culturas del Norte y la zona arqueológica de Paquimé te revelan el origen y la personalidad de las culturas en esta región que dibuja el futuro del turismo en el país, donde aún se elaboran las más finas piezas de cerámica.
En el centro y sur de México se desarrollaron culturas que edificaron ciudades monumentales y centros ceremoniales; sin embargo, las culturas prehispánicas del norte parecen devoradas por el desierto y el olvido; grupos pequeños de cazadores y recolectores que vivían aislados.
El paisaje de Ciudad Juárez a Casas Grandes es onírico y monumental. La belleza de sus dunas y cordilleras exigen humildad. El viento sopla con fuerza en la inmensidad. Recordé la frase: Me hizo lo que el viento a Juárez. Pensaba que hablaba de la entereza del presidente pero ahora creo que obedece a la personalidad de sus habitantes. Aquí debe ser imposible sobrevivir en soledad. La complejidad de lo cotidiano y la severidad de los elementos exigen trabajo en equipo.
Llegamos de noche a La Casa del Nopal, donde cenamos y prendimos la chimenea. Hace tiempo deseaba conocer Paquimé, el lugar de casas grandes. En el siglo XIII tuvo más de dos mil viviendas, almacenes, talleres y templos de hasta tres niveles, hechos de tierra mezclada con agua y ramas. Paquimé es la casa de todos. Es un compromiso estar en la lista del patrimonio mundial, comentó Mauricio Salgado, director de la zona arqueológica, en el laberinto de adobe con puertas pequeñas en forma de “T” para defenderse y mantener la temperatura. Paquimé nos invita a revalorizar nuestra existencia, comentó frente al juego de pelota, prueba de la sinergia religiosa y comercial con otras culturas.
Poco se sabe del origen y la lengua de los 3,500 habitantes que tuvo antes de su abandono en el siglo XV. El museo del sitio evidencia su sensibilidad y talento. Como pasa en Juan Mata Ortiz. Paquimé nos recuerda la importancia de colaborar para superar lo que pareciera imposible, me explicó la maestra Olivia Domínguez en su taller, donde modela y pinta con un cabello las líneas, rojas de óxido y negras de manganeso, que decoran la más hermosa, fina y alucinante cerámica.