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Cocina y conventos en Yucatán
No vine a Comala para buscar a mi padre, un tal Pedro Páramo, sino para probar sus tradicionales picones, visitar los talleres de sus maestros artesanos y hospedarme en una hacienda del siglo XIX donde experimentarás el lujo auténtico.
A las afueras del Pueblo Mágico de Comala, de camino al Nevado de Colima y al volcán de Fuego, está Hacienda San Antonio, construida con piedra de cantera en 1879. Para llegar debes tomar una carretera que serpentea entre colinas hasta llegar a los 1,150 m s. n. m., y hallarla en el cráter de un antiguo volcán.
Llego a un lugar especial, con entrada discreta y donde me llaman por mi nombre. La hacienda fue abandonada, pero en 1994 inició la restauración. Fue operada por la empresa Aman Resorts, de Adrián Zecha, y hoy es una propiedad familiar. Aquí se definen los ideales del lujo. No tiene que ver con el ostento ni la pretensión, sino con la búsqueda de la armonía entre el huésped, la propiedad y su contexto. Requiere de gentileza y sensibilidad. Sutiles intervenciones que hagan la diferencia. Hay cuidado en cada centímetro. Su arquitectura y su jardinería son sublimes. El mobiliario y la decoración revelan el buen gusto de su mexicanidad. Mi habitación es un sueño. Llaman mi atención la altura y belleza de sus techos, y el color y las dimensiones del tapete. Exploro el baño con tina y azulejos de talavera. Camino por jardines manicurados, intoxicado por las vistas, los olores y los rumores, pensando que es insuperable, hasta que llego a una alberca repleta con agua del volcán. Es toda para mí, cobijado por los rayos del sol. Un delicioso coctel. La mesa puesta para disfrutar los alimentos. Al atardecer disfruto un aperitivo en la terraza con chimenea y la vista de los imponentes volcanes. Escucho a las chachalacas. Observo loros volando en pareja. Se recuesta el sol, dibujando la silueta del horizonte. La cena es servida en un sublime salón decorado con frescos y tapices. Es perfecto, la música en vivo, la intensidad de la luz, la selección del chef. Después al bar, un poco de billar con tequilas antes de dormir. Estoy listo para descubrir Comala, luego de haber encontrado mi propio hogar.