La primera vez que fui a Huasca cursaba la primaria. Sorteamos la sierra de la comarca minera en un autobús escolar, cantándole al conductor y haciendo travesuras hasta lo que nos parecía el fin del mundo. El cambio de aire y de la vista fue un estímulo fundamental en el proceso educativo, pues fuera del aula, las ciencias y humanidades tomaron sentido y dimensión. 

Ahora vuelvo con nostalgia. Los prismas son más imponentes de lo que recordaba. Me recibió su guardián, Iván Moncayo, en lo que ahora es Geoparque Mundial, gracas a la distinción de la Unesco que destacó su relevancia geológica y cultural.Alexander von Humboldt, padre de la geografía moderna, abrió los ojos del mundo ante su belleza. El barón prusiano visitó la barranca del río San Antonio Regla a principios del siglo XIX y dibujó con lápiz sus columnas de hasta 40 metros de altura y unos 2.5 millones de años. 

Hoy, Huasca de Ocampo es un ejemplo de agroecología en el país. Victoria Sánchez, de la Cooperativa Productos Naturales de Huasca, me recibió con desayuno familiar en su granja, donde además de cuidar vacas lecheras que pastan a orillas de los manantiales, practican técnicas agroecológicas para cultivar vegetales, hortalizas y frutas que convierten en dulces y mermeladas. Conocí también a don Isidro, quien transformó un terreno devastado por la tala, en una «farmacia viva» con más de 2,100 árboles frutales y plantas medicinales. Su sistema de tratamiento del agua con plantas acuáticas ha inspirado al mundo. En su Centro Ecoturístico del Lago ofrece cabañas familiares, temazcal y un restaurante con platillos cuyos ingredientes vibran con la riqueza y nutrición de sus huertos. 

Huasca de Ocampo fue por siglos sinónimo de opresión y desigualdad a consecuencia de la actividad minera. Hoy es un destino donde se ejerce el derecho a la creación de una vida más digna y saludable.