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Cocina y conventos en Yucatán
Al menos una vez en la vida debes explorar el famoso Parque Nacional Grutas de Cacahuamilpa, en el municipio guerrerense de Pilcaya; un destino fundamental para sentirte sobrecogido por la oscuridad, el silencio y las formaciones de estas cavernas.
Viajar es una invitación a ir más allá de lo conocido, buscando tu definición de felicidad, superando miedos y prejuicios. A las afueras de Cacahuamilpa me encontré con mi guía, Martina, para visitar unas de las grutas más impresionantes del mundo. Por fuera es imposible imaginar lo que hay bajo las rocas abrazadas por amates amarillos (Ficus petiolaris). En esta selva baja caducifolia existen más de 500 especies de plantas y el parque nacional se compone por 1,600 hectáreas. La región fue habitada desde la época prehispánica por chontales, cuya lengua murió mas no su recuerdo. Mis antepasados usaban las cavernas para ceremonias religiosas. Nosotros le rezamos a la Virgen. No hay nada que temer, el camino es nuevo y tenemos iluminación, explicó Martina cuando le pregunté cómo se pide permiso para entrar a un sitio que impone tanto respeto. Luego nos adentramos por una boca enorme y caminamos a contracorriente de un río que baja del Nevado de Toluca, modelando durante 85 millones de años una galería con estalactitas, estalagmitas y columnas. En 1830, unos 15 años antes de la fundación del estado de Guerrero, el hacendado Manuel Sainz las popularizó, pues se escondió en ellas. Incluso la emperatriz dejó su inscripción en el interior de las grutas: María Carlota llegó hasta aquí, imponiendo una triste moda que perdura.
Martina encendía y apagaba luces que nos permitían apreciar las galerías, cada una con su historia y personalidad. Las hay de hasta 70 metros de altura. En una está un auditorio en donde cantaron Armando Manzanero (q.e. p. d.) y Andrea Bocelli. En otra se halla la tumba de un explorador inglés que se aventuró, sin mucho éxito, en 1860.
Disfruté los momentos de oscuridad. Privado de mis sentidos dejé de darlos por sentado, reconociendo mis límites, para luego definirlos con ayuda de la humildad y la admiración que inspira la naturaleza (teniendo cuidado de no convertirme en leyenda).