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Cocina y conventos en Yucatán
Wirikuta es el destino de las peregrinaciones del pueblo wixárika. Los antiguos caminos y sitios sagrados naturales que transitaron sus abuelos son la senda para mantener el equilibrio del mundo y encontrar el conocimiento.
Viajo para descubrir creencias, por amor a lo nuevo y respeto a lo desconocido, por ello me enfilé a principios de octubre al Altiplano Potosino, lugar de peregrinación del pueblo wixárika, conocidos como huicholes.
Para llegar a sus sitios sagrados crucé el túnel Ogarrio. No podemos usar caballos grandes porque se caen, explicó don Lorenzo, presidente de los Caballerangos del Real, y cabalgamos los 2,300 metros excavados a mano a finales del siglo XIX, única entrada y salida de Real de Catorce.
Dicen que es territorio del diablo, dueño de la plata. Quizá fue el aire enrarecido o la emoción, pero el Ogarrio me pareció un túnel del tiempo. Después de la Revolución se convirtió en pueblo fantasma, explicó Felipe Frías, mi guía. Era la fiesta de San Francisco, quien milagrosamente revive el pueblo cada 4 de octubre. Los matlachines bailaban por sus calles empinadas. Luego de misa, Felipe me invitó un mezcal curado con yerbas del desierto. Es un digestivo muy popular y además de quitarte la diarrea, te pone pedo”, dijo don Beto, el cantinero.
Dormí anestesiado y me despertó el rebuznar de los burros catorceños. Afuera de mi hotel, don Cristino me esperaba para la expedición a bordo de un Willys Jeep original. Vamos al sitio donde nació el sol, comentó cuando descendíamos por la Cuesta de los Arrepentidos, puerta de entrada a la reserva de Wirikuta, centro del universo wixárika. Visitamos minas abandonadas; después Santa Cruz de Carretas, famoso por sus herbolarios, y llegamos a las faldas del cerro del Quemado. Don Cristino me guió por el desierto en busca del hikuri o peyote. No sabía si lo comeríamos o no. Cuando lo hallamos fue evidente lo que sucedería. Su extracción, tráfico y consumo es delito federal. Los únicos protegidos para hacerlo son los huicholes. La cultura wixárika es motivo de orgullo, no necesitas los efectos del peyote para disfrutar la biodiversidad y apreciar la espiritualidad de Wirikuta.