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Cocina y conventos en Yucatán
El Pueblo Mágico de Santiago es la puerta de entrada a la Sierra Madre Oriental en la que existen increíbles sitios para volar en globo al amanecer, caminar por bosques entre cascadas, así como practicar el cañonismo y salto bungee.
Se me hace agua la boca y me sudan las manos al pensar en Monterrey pues vuelven recuerdos de comidas y aventuras. Adoro sus cumbres vigilantes y su personalidad desenfadada. Me siento honrado al decir que tengo amigos regios, uno de ellos, una leyenda del turismo de aventura: Jesús “Chuy” Guerrero, fundador de la exploración y convivencia con la Sierra Madre Oriental, que cobija al Parque Nacional Cumbres de Monterrey, hoy amenazado por la creciente zona metropolitana.
La primera vez que lo visité sobrevolamos en globo aerostático un inmenso plantío de naranjos en flor. Atesoro el olor de azahar y la vista del amanecer en esas montañas majestuosas. Aterrizamos en Santiago, desayunamos machacado con huevo y jugo de naranja. Exploramos el cañón de Matacanes, con sus dos bajadas a rapel y dos cruces de montaña a través de ríos subterráneos, toboganes naturales y unos 30 saltos al agua de hasta 13 metros de altura; fueron las ocho horas más divertidas que puedas imaginar. Fuimos al Parque Ecoturístico Cola de Caballo, donde comenzó la leyenda de su empresa IBO Adventures, con el salto bungee más alto de México: 70 metros de caída libre, algo que debes hacer una vez en la vida, como lanzarte en paracaídas, volar en parapente y, en general, todas las aventuras que ofrece Chuy.
Quince años después volvimos a Santiago y nos detuvimos para comer machacado con huevo, él a la mexicana y yo al natural con frijoles a la charra. Después caminamos a la cascada Cola de Caballo y practicamos Roller Zip, una mezcla de tirolesa y montaña rusa. La gente de las ciudades busca conectarse con la naturaleza como consecuencia de la pandemia. Ahora que descubrieron las maravillas más allá del pavimento, comenzará una nueva era para el turismo de aventura y naturaleza, vaticinó Chuy. Esta vez no nos lanzamos del bungee, pero fuimos por un helado a la Plaza Ocampo. Los años no pasan en vano.