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Cocina y conventos en Yucatán
Hace casi 30 años, dos exploradores mexicanos concibieron una forma diferente de practicar el turismo de aventura, haciéndolo más placentero. Hoy, la visión de Waldemar Franco y Alfonso de la Parra (QEPD) es un referente obligado en México.
Los achaques de la vida sedentaria me indicaron que debía rencontrarme conmigo y la naturaleza y por eso fui a Jalcomulco. Obed Valdés, mi guía, nació aquí, en la capital nacional del rafting. El “río de los colibríes” o Huitzilapan, en totonaca, fluye veloz a través de torcidas paredes de roca flanqueadas por árboles frutales y plantas medicinales. Hay pendientes con rápidos de todos los niveles y es muy divertido navegarlo, dijo antes de encarar un rápido nivel III.
Alfonso y Waldemar llegaron cuando era niño para crear un club de navegantes. Fue emocionante para el pueblo y desde entonces quise dedicarme al turismo de aventura, me explicó. Los campesinos están acostumbrados a escuchar los gritos y las risas cuando las balsas llegan a los rápidos. Hay que agarrarse duro y remar con fuerza. La emoción es total ante la fuerza de los elementos.
Regresamos empapados, hambrientos y felices al campamento. Comí pescado a la veracruzana y un chilpachole que preparó doña Verónica. Pasé la tarde en el spa, luego en la alberca y más tarde, en el bar. Me duché con agua caliente en un baño hermoso, a la intemperie, y luego dormí dentro de una suite estilo safari. Esa fue la visión de Waldemar y Alfonso: compartir la emoción y las enseñanzas adquiridas por el contacto con la naturaleza, exaltando la seguridad de sus guías especializados, la comodidad de sus instalaciones y el servicio de personas apasionadas por compartir lo que les hace felices.
Su sueño es una realidad, me explicó Luis Espinosa Santillán, encargado de diseñar las aventuras de los huéspedes y quien alcanzó la cima del Everest patrocinado por Alfonso. Fue una oportunidad que honro con cada expedición pues deseo que nuestros huéspedes tengan el mejor fin de semana de su vida. Y así fue.