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Cocina y conventos en Yucatán
Se dice que la isla de Mexcaltitán es la cuna de la mexicanidad pues de ahí partieron las tribus nahuas que fundaron la gran Tenochtitlán, también es la población donde se creó el pescado zarandeado (y no lleva adobo).
Mexcaltitán es parte del México profundo donde se resguardan usos y costumbres; donde se vive al ritmo de la naturaleza y no hay señal de celular. Mi anfitrión, don Jorge, es una persona poco común: platica sobre el trino de las aves mientras nos acompañamos por una cubeta repleta de cervezas heladas. Tenemos un santuario en donde se nos da todo, camarón, jaiba, pescado… y lo que probará aquí no lo comerá en ningún otro lugar comentó sonriendo.
Mexcaltitán es mito y destino, un islote de 400 metros de largo por 350 de ancho, habitado por menos de 750 personas dentro de una gran laguna costera. Está rodeada por manglares y la única forma de llegar es en lancha. Se dice que es la mítica Aztlán, cuna de la civilización azteca. El trazo de sus calles es milenario y virtuoso como el vuelo de las golondrinas que anidan al interior de su parroquia, dedicada tanto a San Pedro como a San Pablo. En el corazón de esta Venecia está el Museo del Origen, que resguarda la memoria de este colorido y entejado Pueblo Mágico donde aún se practica la pesca artesanal y la elaboración de barcinas, una esfera de manta cubierta por hoja de palma para conservar el camarón secado al sol.
Don Jorge me habló de su origen mexica y su herencia china, como la barcina. El restaurante familiar, fundado por su madre, ocupa un islote conocido como Loma China. Está decorado con ojos de Dios wixárikas, así como por hamacas y palmeras. Sirven aguachile, paté y albóndigas de camarón, también su legendario pescado zarandeado, motivo de peregrinaje para los entusiastas de la gastronomía. Hay quienes le untan adobo de chiles secos, cebolla y achiote. Aquí no. Aquí solo lleva sal y limón. Lo que le da el punto es la leña de mangle, confesó don Jorge mientras retiraba la aleta de un robalo planchado en la zaranda, descubriendo un pequeño trozo que resultó perfecto.