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Cocina y conventos en Yucatán
Cuenta la leyenda que el primer mezcal de Oaxaca fue el tobalá de Sola de Vega, cuando la tierra y el cielo se unieron a través del quiote de un maguey para otorgarle un regalo divino a la humanidad.
Santiago Matatlán es la capital mundial del mezcal y es que en esta población hay más de 100 casas productoras. Es un sitio de peregrinaje donde puedes verlo nacer, gota a gota, de la misma manera en que lo hacía en tiempos inmemoriales. Hay quienes dicen que la destilación solo fue posible con la llegada del alambique durante la Conquista. Ahora sabemos que el proceso se logró aquí, empleando ollas de barro, al menos cuatro siglos antes del nacimiento de Cristo, explicó Jaime Muñoz, fundador de Los Danzantes, mientras degustamos sus mezcales con unas hormigas chicatanas. Si crecen juntos, van bien juntos, añadió. Beber mezcal en el palenque de Los Danzantes es un ritual. No se mezcla mas que con la vida; facilita las conversaciones con uno mismo y con el otro y su efecto va más allá de la embriaguez, es beberse la luz de la luna y rendir un homenaje a los antepasados.
Después visité el palenque del maestro Jesús Ríos, en San Miguel Sola de Vega. Es una herencia de los bisabuelos, pues fue su trabajo, confesó vertiendo en una jícara su famoso Alipús Tío Jesús, con 80 % espadín y 20 % arroqueño cocido en horno cónico de leña bajo tierra, machacado a mano en canoa de madera con mazo, fermentado en tina de sabino y destilado dos veces en alambique de barro. Estaba tibio. Beberlo significó atestiguar un proceso artesanal impecable, con respeto a la bebida, al productor y a la naturaleza. También conocí a Félix García, quien, a diferencia de otros maestros mezcaleros de la zona, es primera generación. Es el único que ha reproducido a gran escala el agave tobalá (Agave potatorum) para evitar su extinción. Mucha gente dice que es muy aburrido, pues cuando ven caer la gotita se desesperan, afirmó enseñándome a cargar el mazo para machacar las piñas recién horneadas, antes de invitarme a almorzar con su familia y permitirme probar el rey de los agaves; un elixir digno de dioses, de gusto a chocolate y canela.