2.5
Cocina y conventos en Yucatán
En el valle del Matlatzinco puedes hacer una expedición desde el cráter de un volcán y sus lagunas sagradas, hasta el taller en el que se crearon los árboles de la vida, deteniéndote a recobrar fuerzas en uno de los mejores restaurantes de América Latina.
Norman Rodea es mi amigo de la infancia, académico y guía de expediciones. Juntos partimos al Nevado de Toluca, un volcán que es la cuarta cima más alta del país, originalmente llamado Matlatzinco, aunque sus indígenas le nombraron Xinantécatl, el hombre desnudo.
Es una máquina de nubes, comentó Norman mientras ascendíamos por las faldas revestidas con los bosques del Área de Protección de Flora y Fauna. Las grandes montañas siempre han sido honradas, además de lo cultural tienen un sentido ecosistémico, ya que generan el clima. No lo entendí. Al llegar a los 4,000 m s. n. m., el paisaje se hizo de roca y arena, líquenes y musgos. Costaba respirar de camino a Paso del Quetzal, desde donde puedes ver el interior del cráter que protege dos lagunas color turquesa; una dedicada al sol y otra a la luna.
Se dice que tenía más de 6,000 metros de altura antes de su última erupción, hace 25 mil años, explicó Norman cuando descendimos al interior, admirando las rosas de las nieves o cardos (Eryngium monocephalum). A esa altitud hay menos atmósfera y por ende, las estrellas se ven mejor, así que no es gratuito que se le usara como observatorio prehispánico. Al mediodía, cuando el aire caliente comenzó a chocar contra las cimas, vi cómo se formaban las nubes de lluvia. Entendí las palabras de mi amigo y lo sagrado de este espacio.
A nuestro regreso fuimos a Toluca y comimos col a las brasas con queso de rancho y pipián rojo con chilacayote (Cucurbita ficifolia) en el restaurante Amaranta, de Pablo Salas, máximo exponente de la cocina mexiquense contemporánea. Visitamos el Cosmovitral Jardín Botánico y nos dirigimos al Pueblo Mágico de Metepec, donde viven más de 300 maestros alfareros como Adrián Luis González, sobrino de don Timoteo, creador de los árboles de la vida. Brindamos por su memoria con una garañona, una bebida de yerbas maceradas, cuya receta se mantiene secreta desde hace casi un siglo.