Dicen que los Binnizá nacieron de las aves, las rocas, los jaguares y los árboles. Los españoles los llamaron zapotecos, pero son la gente que proviene de las nubes. Saben que cada persona tiene un animal protector o guía espiritual –- toná— y está contigo desde que naces. Para reconocerlo, el padre dibujaba un círculo de cal y mezcal afuera de la casa del recién nacido, y a la mañana siguiente, identificaba las huellas del animal que hubiera custodiado la entrada.

Hoy se utilizan los 20 animales del calendario zapoteca de acuerdo con tu fecha de nacimiento. El mío es el cenzontle (Mimus polyglottos) –el pájaro de las 400 voces–, mencionado por Nezahualcóyotl (1402-1472) en ese hermoso poema. 

Lo supe gracias a María Ángeles en San Martín Tilcajete, pueblo zapoteca convertido en capital mundial de los alebrijes. Su taller transformó a la comunidad pues recibe visitantes, artistas residentes y voluntarios de todo el mundo. Elaboran figuras de madera usando técnicas ancestrales y son una plataforma para otras disciplinas artísticas y gastronómicas. María y su esposo lo fundaron en 1994, creando un santuario que hereda la tradición y el orgullo del oficio. Hace 30 años muy pocos se dedicaban a la talla en madera y había mucha migración. Hoy muchos jóvenes dan vida a estas criaturas, a estas piezas que para nosotros tienen un gran significado, comentó María en el taller donde cortan, tallan, pulen y acarician la madera de copal transformándola en los tonás y nahuales que decoran con tintes naturales. Son la tercera generación que conserva la talla de madera, ahora llamada alebrijes. Su técnica es tan refinada que es reconocida a nivel global y cualquier entusiasta del arte popular, como yo, puede pintar su propio toná con la guía de estos grandes maestros. Hacerlo es honrar a la cultura zapoteca y dibujar un futuro mejor.