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Cocina y conventos en Yucatán
Michoacán es uno de los estados con mayor variedad de artesanías en México, muestra de ello son las guitarras fabricadas en Paracho por los Piña y los techos artesonados de varias capillas como la de Nurio, que sucumbió tras un incendio poco después de mi visita.
El primer obispo de la diócesis de Michoacán, Tata Vasco de Quiroga, tuvo la visión en el siglo XVI de desarrollar el talento p’urépecha haciendo del arte popular el fundamento de la vida cotidiana, así que no es fortuito que Michoacán sea un estado rico en artesanías de gran calidad.
Viajé a Paracho para visitar a sus aclamados lauderos y entré al taller de Carlos Piña. Édgar, su hijo, me recibió. El taller es tan elegante y complejo como una nave espacial, repleto de piezas y objetos que desearía saber nombrar y utilizar. Acaricié y escuché sus guitarras de estudio y de concierto. El maestro terminaba una clase en línea y noté que, como varios miembros de mi familia, no escucha bien. Pensé en Beethoven. La música no se limita a uno de los sentidos sino a la totalidad de nuestra existencia. Después de platicar con ambos, salí con una hija nueva, de cuerdas finas. Mi paseo por la población culminó con Alicia Macías Silva, la cocinera tradicional más famosa de Paracho. Vestía de gala, con un rebozo hecho por ella, en telar de cintura y decorado con plumas de gallo; una obra de arte al igual que su churipo y sus corundas que no puedes perderte.
Al día siguiente viajé a la comunidad de Nurio, ubicada sobre una isla y donde aún se rigen por usos y costumbres. Fue difícil recibir permiso para visitarla y atestigüé la vida como debió ser hace dos siglos. Su legendaria capilla con cielos historiados me impactó, nunca sentí tanto respeto y admiración por un templo. Era evidente que la intervención de las manos purés fue un manifiesto divino. Brillan los templos de los santos como las estrellas del firmamento, pues el interior de este templo tiene a su vez un cielo, y en esta bóveda se iluminan los santos, dijo mi guía Uriel. Desgraciadamente, poco después de mi visita sus techos decorados hace más de 300 años fueron destruidos por un incendio. No cabe duda: quienes nos maravillamos con ella hoy lloramos su desaparición.