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Cocina y conventos en Yucatán
Más que un hotel, Hacienda de Los Santos Resort & Spa es una historia de amor y la síntesis de todo lo que vuelve atractivo a Álamos, uno de los pueblos más hermosos de México, y lugar donde nació la Doña.
El amor es una trampa deliciosa; tarde o temprano todos caemos en ella. Cuando encuentres a esa persona, llévala a la villa de Álamos, en Sonora. Está en las faldas de una sierra vestida con un manto verdoso. Antes del amanecer una espesa niebla se arrastra hasta que los rayos del sol levantan el telón, revelando calles empedradas y casonas blancas en torno a la iglesia de la Purísima Concepción, que domina la plaza principal decorada con un quiosco centenario, palmeras, restaurantes, bares y boutiques. Todo es de estilo barroco, decisión de los arquitectos andaluces que llegaron con los mineros que la fundaron en el siglo XVII, cuando abundaban la plata y las turquesas. Se llamó Real de la Limpia Concepción de los Álamos y fue tan importante que, cuando México se independizó, aquí acuñaban las monedas de Estados Unidos, China, India e Inglaterra.
En Álamos nació María Félix en 1914. En la calle de Galeana está la que fuera su casa, hoy convertida en hotel y museo, y parada obligada para rendirle tributo. A las afueras de la población hay plantíos de agave Angustifolia pacifica, cuyo fruto se cuece en hornos de arcilla para molerlo, fermentarlo, destilarlo y lograr la bacanora que allí se bebe.
El punto de partida para disfrutar todo esto es la Hacienda de Los Santos Resort & Spa, un proyecto que inició hace 35 años con mucho corazón, nos comentó Jamie Swickard al recibirnos en una de las casonas de la propiedad, conectadas por túneles, arcos y puentes entre jardines, fuentes y obras de arte. El hotel es la visión de una pareja de estadounidenses que se enamoraron de Álamos. Su hija, Jamie, lo dirige y aquí encontró al amor de su vida. Lo que más me gusta es hacer bodas, comentó cuando visitamos la capilla. Tiene teatro, restaurantes y cantina con más de 600 tequilas. Luego de un aperitivo cenamos con música en vivo a la luz de las estrellas, porque lo peor que te puede pasar en esta vida, es que no te pase nada.