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Cocina y conventos en Yucatán
En los lindes de la Ciudad de México, hacia el norte, se haya un centenario Pueblo Mágico que te hace retroceder en el tiempo: Tepotzotlán. Sus monumentos y oficios te harán sentir lejos de la urbe y disfrutar el país que conocieron nuestros abuelos.
Con Erasmo Nava y sus amigos emprendí un viaje a pocos kilómetros de la Ciudad de México. Él y sus amigos cabalgan desde niños por los senderos en torno a los Arcos del Sitio, un acueducto monumental que atraviesa una barranca en la Sierra de Tepotzotlán. La orden de los jesuitas llegó a la Nueva España en 1572 pero el acueducto se construyó hasta el siglo XVIII. En las tierras que les asignaron para evangelizar crecían los magueyes (Agave salmiana), una cactácea que ha presenciado desde hace siglos la historia del país.
Rodeado por estas plantas me encontré con don Manuel Ruiz, orgulloso tlachiquero. Los cuido para rascar el aguamiel que se transforma en pulque, alimento con minerales, vitaminas, proteínas y probióticos. Recorrimos su finca repleta de magueyes, que dieron vestimenta, bebida y alimento a otomíes, teotihuacananos y chichimecas. Le pregunté por los gusanos y pateó un hijuelo marchito. Debajo se retorcían los chinicuiles (Comadia redtenbacheri). Tomé uno y al masticarlo sentí una explosión que resultó en un exquisito sabor ahumado. Don Manuel me ofreció un trago de aguamiel para completar el maridaje.
También recorrí el centro histórico donde encontré artesanías, antojitos, la figura gigante del Señor del Nicho y monumentos novohispanos imperdibles, como el antiguo Colegio de Novicios de la Compañía de Jesús. Luego de la Conquista, el pueblo se convirtió en un centro educativo muy importante, explicó mi guía Ernesto Reyes. El colegio operó hasta 1914 y hoy acoge colecciones de pintura, orfebrería, arte plumario y escultura del Museo Nacional del Virreinato, así como el templo de San Francisco Javier. Es de estilo barroco churrigueresco. La torre tiene 40 metros y 13 campanas con nombre, como ‘La Voz de María’, la quinta más grande del mundo. En diciembre volveré para disfrutar las tradicionales pastorelas.